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La importancia del acompañamiento espiritual al final de vida

En Colombia, el acompañamiento espiritual, por parte de una entidad médica domiciliaria, es una actividad reciente. ¿De qué se trata?

Por: July Carolina Sánchez Díaz, antropóloga y tanatóloga

La enfermedad, al igual que los momentos límites del ser humano son catalizadores de sentido, en ocasiones, debido al dolor, transformaciones físicas, sufrimiento, pero, sobre todo, por la cercanía al proceso de morir. De allí, que la medicina como la ciencia que trata la enfermedad y al final de la vida, se ha visto en la necesidad de no solo curar y paliar síntomas físicos, sino también de buscar la manera holística de atender y comprender a la persona que padece la enfermedad, con el objetivo de brindar bienestar a la vida y proporcionar un buen morir.

Para ello, ha sido importante reconocer que cada persona es única y vive un proceso desde su ser, desde su espacialidad (tiempo-lugar) y desde sus diferentes dimensiones sociales, psicológicas, físicas y espirituales.

En los años 90’s, la medicina comienza a reconocer la importancia de integrar las necesidades espirituales de las personas como un eje fundamental para disminuir el estrés y aliviar síntomas de dolor y sufrimiento en enfermedades crónicas que se acercan el final de la vida. Por lo tanto, los cuidados paliativos son quienes se apropian de involucrar el rol de la espiritualidad para apoyo a pacientes, familia y equipo médico, debido que esta especialidad de la medicina se dirige a pacientes y familiares que se enfrentan enfermedades a crónicas y estiman un pronóstico corto de vida, con el objetivo de prevenir y dar alivio al sufrimiento que padecen.

Buscan brindar calidad de vida, sin la intención de alargar ni acortar la supervivencia, trabajando por el bienestar de las familias, a través de un cuidado holístico en el que la parte psicosocial, espiritual y creencias de las personas son fundamentales.

Apoyo en los IPS

En Colombia, el acompañamiento espiritual, por parte de una entidad médica domiciliaria, es una actividad reciente, ya que esta se ha venido realizando, sobre todo en el entorno hospitalario.

Por lo general, tiene un componente religioso, al ser realizada por sacerdotes católicos o diáconos cristianos que visitan a los pacientes. Pero, en el entorno domiciliario, se ha buscado que se dé un acompañamiento ecuménico que, si bien se habla de la religión y sus prácticas, se busca que vaya más allá y se incorpore reflexiones que contribuyan al sentido de bienestar en contexto de enfermedad y final de vida.

Se plantea, desde un ejercicio creativo y planeador, que aporte a conocer las preocupaciones de las personas y familias acerca de sus cambios físicos, sociales, comportamentales, su miedo ante la enfermedad y, posteriormente, la muerte, pero también su esperanza y fe como herramientas de tranquilidad, que contribuyen a una atención compasiva.

Este enfoque me dio la oportunidad, desde hace siete años, de desempeñar el rol de apoyo espiritual en diferentes Institutos prestadores de salud (IPS) en Bogotá, con el objetivo de brindar apoyo espiritual a personas y familias, en un contexto de enfermedad crónica o paliativa oncológica o no oncológica. Promoviendo diálogos que visibilizan el proceso de morir como natural y, así mismo, las emociones y pensamientos como una respuesta natural ante este hecho. También, se busca que el acompañamiento espiritual, desde este momento de vida, sea la puerta a duelos adaptativos, sin racionalización, distracción, ni minimización, sino que, por el contrario, podamos tener encuentros que permitan vivir el proceso del mismo.

Ser acompañante espiritual ha traído grandes aprendizajes a mi vida. Lo primero es que el buen morir no solo se trata de tiempo y alivio físico, sino que es un proceso creativo que nos ayuda a armonizar el caos, y el planearlo contribuye a creer que es posible acercarse con menos temor. Lo segundo es que siempre necesitamos algo que nos dé serenidad y descanso, y esto se logra cuando tenemos a alguien presente que nos llena de plenitud, ya sea una persona, una mascota, un recuerdo. Lo tercero, es que perdonar y liberarte del pasado, que contribuye a vivir sanos, aunque la enfermedad física permanezca.

La espiritualidad en la enfermedad se ha asociado justamente a la búsqueda de la sanidad, del milagro, de la posibilidad de volver a ser como antes. Y, en ocasiones, esto ha hecho que olvidemos que el morir hace parte de la vida, y que sanar trasciende la dimensión física. Es posible morir sano, aunque la enfermedad persista.

Cuarto, pero no último, es que cuando cuento a alguien acerca de mi trabajo, es usual recibir esta pregunta ¿Cómo haces para no cargarte de tanta mala energía? No hay mala energía en morir, cada persona a la que acompañó, al contrario, me motiva a seguir viviendo y disfrutando de cada instante en mi vida.

Definitivamente, acompañar al final tiene un premio, como lo dice el Dr. Enric Benito. De allí, la importancia que sigamos generando reflexiones que naturalizan y visibilicen estos conceptos que pueden producir temor, rechazo, cuando pensamos que espiritualidad se reduce a religión o que el morir se reduce a un tema del que no se quiere hablar por miedo a atraerlo cuando realmente puede llegar a ser el momento de un despertar: “No demos por sentado que enfrentar la idea de la muerte es demasiado doloroso, que pensar en ella nos destruirá. Que debemos negar la transitoriedad para que esa verdad no vuelva insoportable nuestras vidas. Tal negación no es gratuita; empobrece nuestra vida interior, nubla nuestra visión, embota nuestra racionalidad (…) Mirar a la muerte a la cara, acompañados por alguien que nos oriente no sólo aplaca el terror, sino vuelve la existencia más rica, intensa y vital. Trabajar con la muerte nos enseña sobre la vida”: Irvin Y. Dalon.

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